Parecía que hubiera millones de millones de peces saltando, el libecciu no formaba olas pero toda la superficie del mar se cubría de salpicaduras y espuma al viento. No podía despegar los ojos del espectáculo. Al llegar al pontón donde está atracado el barco nos encontramos a la vecina -de barco, sí-, que ya se había caído una vez y tenía miedo de cruzarlo sola. El ruido de los mástiles entrechocando debía oírse desde las afueras de la ciudad (clinclinclinclinclinc). Entre el viento y el ruido, cenamos sin entendernos unos a otros, con una música de jazz de fondo de la que sólo se escuchaba de vez en cuando un piano. Como si navegásemos en medio de una tempestad, aunque estuviéramos bien resguardados en el puerto de Bastia, donde el libecciu no hace entrar las olas. Casi siempre, la vida en el barco es totalmente normal, como en cualquier apartamento un poco bohemio al lado del mar... Ayer, las interrupciones constantes de uno u otro de los comensales para ir a arreglar la lona que se había abierto por allí, el hierro de la puerta que se había descolgado, la amarra del vecino (connard de merde, il me fais chier tout le temps, il me fais chieeeer, je monte pas sur le bateau, avec un vent comme ça il faut être sur le bateau, tu peut pas rester chez toi ou tu trouves le bateau dans les roches du port le lendemain, connard de merde...)... me hicieron darme cuenta de que Sylphine es un barco, y el libecciu un viento, que viene del sudoeste, que no es el mistral (oeste a secas o casi noroeste), el mistral hace entrar las olas y entonces sí que te mueves, pero ayer no era una tormenta, era un huracán, porque había sobrepasado los 110km/h y la intensidad no-sé-qué número, por eso nos movíamos tanto, y el libecciu es cálido, porque viene de España, y aunque no forme olas aquí en alta mar sí que se forman unas olas gigantescas, que pueden estar llegando a la isla de Elba y menos mal que no estamos allí... Y al volver a casa, después de sentirme un poco más marina cada vez, aunque sigo apreciando el olor del mar como si bajase cada día del Ferry que me trajo aquí la primera vez, encontré los estragos terrestres del mismo libecciu, justo delante de la ventana de mi casa. Mañana os pongo una foto de los tejados de Bastia, para que veáis de dónde ha caído este bloque de pizarra. No es el único que vi...
Lamentablemente, no llevaba la cámara durante el día, y los millares de peces cubriendo el mar de espuma sin olas se quedarán grabados en mi memoria, espero, como único testimonio gráfico.
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